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Esta pequeña masía, con vistas panorámicas a las montañas de Montserrat, ha sido reformada por el estudio Júlia Brunet, que se ha encargado del interiorismo y la decoración de sus 65 metros cuadrados más 40 de terraza. Con la luz natural como gran protagonista, el propósito de la reforma ha sido crear espacios abiertos. Para ello han sido clave la apertura de los espacios y las separaciones entre estancias creadas con paredes que no llegan al techo.
“Los propietarios querían que su casa desprendiera un ambiente relajado y desenfadado, que se integrara en el paisaje” explica Mireia Tarruella, responsable del estudio de interiorismo Júlia Brunet. Con este objetivo, se ha optado por potenciar el uso del blanco, combinado con una paleta cromática suave, enriquecida ocasionalmente con sutiles contrastes de la gama de rojos y granates, que añaden pinceladas de vitalidad y calidez al ambiente.
En esencia, cada detalle de la reforma ha sido cuidadosamente diseñado respetando su esencia histórica como masía, y al mismo tiempo se han incorporado elementos contemporáneos en el mobiliario y los acabados.
El techo inclinado del salón, revestido en cerámica y hierro, potencia la calidez y sensación de hogar. La estancia se completa con un sofá de suaves formas redondeadas (modelo Bowy de Cassina) y una mesa redonda (modelo Subeybaja de Santa & Cole), más un pequeño rincón de lectura.
Frente al sofá y bajo el televisor se ha insertado en la pared una chimenea con doble cara. Al estar abierta también al porche exterior, su acristalamiento se convierte en un punto más de entrada de luz y ofrece confortabilidad, al ser la aliada perfecta durante las cenas al aire libre en las noches más frías.
Junto al salón, se ha reforzado la estructura del techo para abrir totalmente la cocina sin ningún elemento obstaculice ambas estancias. Aquí, el techo inclinado de madera se ha pintado en blanco, lo que potencia la luminosidad.
La cocina está equipada con una gran isla en mármol y acero con fuegos centrales, con taburetes altos en madera maciza de roble y asientos de Enea (modelo Kimua de Alki) que aportan calidez al conjunto. Esta zona tiene vistas tanto al porche como al exterior, una maravillosa parcela rodeada de naturaleza.
El porche da respuesta a la fusión perfecta entre interior y exterior. El mismo techo inclinado del interior y el mismo pavimento de cemento pulido conectan el comedor de verano con la zona de día interior de la vivienda.
Estas similitudes proporcionan unidad visual y estética al conjunto arquitectónico. Alrededor de la mesa, las sillas Quarantine de Lobster’s Day completan una paleta de colores granates que sigue la misma línea que en el interior.
La masía dispone de un único baño acabado en microcemento en todas sus superficies. El punto focal es sin duda el lavabo, realizado en obra y revestido con una baldosa esmaltada roja, que aporta un toque de fuerza, además de dar continuidad a los colores complementarios del resto de la vivienda.
El acceso a los dos dormitorios se realiza a través de cortinas, cuyos motivos geométricos (Casamance) aportan un aire desenfadado y colorido al distribuidor.
En el interior domina la luminosidad de distintas texturas en blanco, lo que genera una atmósfera de calma y serenidad.
Los cabeceros están realizados en obra y revestidos de baldosa de barro artesana de color blanco (Todobarro). Una solución que aligera visualmente el espacio.
De día, la luz entra a través de las persianas venecianas de madera y también baña las estancias desde el techo, ya que las paredes divisorias no quedan cerradas por la parte superior.
En toda la vivienda, el pasado tradicional dialoga con el presente acogedor y armonioso. Júlia Brunet lo plasma en algunos elementos que no pasan desapercibidos, como en el movimiento visual que generan los techos inclinados.
Un trabajo de diseño equilibrado, que preserva la esencia del pasado, adaptándose a las necesidades y tendencias más actuales.