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El ser humano construye el equivalente a una ciudad de Nueva York cada mes, lo que representa en peso el de toda la masa de peces del mundo, según los datos facilitados por Global ABC. Esta superficie construida, que será de 230 millones de metros cuadrados en los próximos 40 años, nos permite entender la capacidad de destrucción que tiene el sector de la edificación sobre la biodiversidad. “Tenemos la suerte de que la vida se reproduce, pero la realidad es que la Tierra tiene cada vez menos potencial para producir vida”, afirma Bruno Sauer, director general de Green Building Council España (GBCe).
Existen dos factores importantes que afectan a la vida en el planeta: la alimentación y la construcción, con sus grandes infraestructuras. Del mismo modo que la alimentación humana ha condicionado la fauna terrestre, hasta el punto de que el 98% de los mamíferos en la actualidad son para su consumo y sólo un 2% son salvajes, la edificación del hábitat de las personas impacta en la biodiversidad a través de las ciudades, de sus infraestructuras, de sus edificios, de los residuos de las excavaciones o de la ineficaz extracción de recursos actual: “El sector de la construcción produce, por ejemplo, 2.200 toneladas de hormigón cada dos segundos, más de 4.000 millones de toneladas de ese material al año y nueve toneladas de hormigón por persona en ese mismo periodo, convirtiendo los espacios naturales en polígonos industriales o en bloques de viviendas”, especifica Borja Izaola, experto del Área Técnica de GBCe.
El actual contexto, en el que la masa de los objetos producidos por el ser humano —masa antropogénica—supera a la de la biomasa de la Tierra —cantidad total de materia viva presente en el ecosistema terrestre— desde 2020, no es posible lograr los objetivos de conservación y uso sostenible de la naturaleza. De hecho, 14 de las 18 categorías de las contribuciones de la naturaleza han disminuido, según The Intergovernmental Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services (IPBES).
Entre estas contribuciones se encuentran la creación y mantenimiento de hábitats; la polinización de semillas; la regulación de la calidad del aire; del clima; de la acidificación de los océanos; de la cantidad, ubicación y distribución de agua dulce; de la calidad del agua dulce y costera; la formación, protección y contaminación de suelos y sedimentos; la regulación de fenómenos extremos; de organismos y procesos biológicos perjudiciales; la energía; los alimentos y piensos; los materiales de asistencia; los recursos medicinales; el aprendizaje; las experiencias físicas y psicológicas; el apoyo a identidades y el mantenimiento de opciones.
Así, la degradación del planeta ha generado impactos negativos, como la disminución de la productividad en el 23% de la superficie terrestre mundial; que el 75 % de esa área haya sufrido alteraciones considerables; que el 66% de la superficie oceánica esté experimentando cada vez más efectos acumulativos y que se haya perdido más del 85 % de la superficie de humedales.
Además, los Trópicos perdieron, entre 2010 y 2015, más de 32 millones de hectáreas de bosques primarios, a lo que se suma que alrededor de un millón de especies ya están en peligro de extinción, muchas en apenas decenios. “IPBES nos recuerda que las actuales tendencias negativas de la biodiversidad perjudican el avance del 80% de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) vinculados, no solo con la protección de los ecosistemas, sino también con la pobreza, la salud, las ciudades o el clima, entre otros”, asegura Paula Rivas, directora Técnica de GBCe.
La crisis de la biodiversidad y la climática están intrínsecamente relacionadas entre sí. El cambio climático acelera la destrucción del mundo natural a través de sequías, inundaciones, incendios forestales y pérdida de reservas naturales por su explotación insostenible. Pero, al igual que existe un vínculo entre ambas crisis, también lo hay entre sus soluciones. “La naturaleza es un aliado crucial en la lucha contra el cambio climático, tal y como nos recuerda la Estrategia de la UE sobre Biodiversidad para 2030”, afirmaBeatriz de Diego, experta del Área Técnica de GBCe.
Las causas de la pérdida de biodiversidad son de sobra conocidas y el sector de la construcción juega en ellas un papel muy importante: el cambio climático, los cambios de uso del suelo, la contaminación, la sobreexplotación de recursos y las especies invasoras son todos aspectos en los que la construcción tiene mucho margen de actuación. Para ello, el sector debe transformar su manera de actuar para revertir la tendencia destructiva de la edificación, lo que exige que confluyan las agendas de descarbonización y de biodiversidad.
De esta forma, y tal y como se recoge en la actualización de la Hoja de ruta para la descarbonización de la edificación en todo su ciclo de vida —del proyecto #BuildingLife—, es imperativo aprovechar y rehabilitar el parque existente. Para ello, GBCe, Ecoacsa Reserva de Biodiversidad y la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) han trabajado juntos, en el marco de un acuerdo de colaboración, para incorporar e impulsar diseños orientados a la mejora de la biodiversidad (BOP, por su acrónimo en inglés) en los entornos empresariales e industriales.
Asimismo, es necesario adoptar otras medidas desde el sector como racionalizar la nueva construcción; coordinar todas las agendas del sector y ser conscientes de que hay que actuar con urgencia. “Estas medidas deben combinarse con otras como analizar lo que implica nuestro estilo de vida, revisar lo que supone el actual nivel de consumo, de generación de desechos o basar las decisiones del sector en valores como la igualdad, la justicia y la formación”, recalca Dolores Huerta, directora general de GBCe.