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El arquitecto gallego Mauro Lomba asegura “tener la sensación de que estamos viviendo un retorno al uso de la madera en la construcción” en referencia a España. Lomba participó como moderador en el debate “Hacia una construcción sostenible y segura”,organizado por el Instituto Tecnológico AIDIMA y FIMMA-Maderalia.
Junto a Lomba intervino el especialista en materiales, Óscar Sánchez, de Aplica; la responsable de RSE y nuevos Mercados de PEFC España, Esperanza Carrillo; el CEO de Puertas Castalla, Francisco Bernabeu; y el especialista en eficiencia energética de AIDIMA, Michele Vavallo. Los participantes debatieron en un ámbito complejo como es la construcción en relación a los materiales, la eficiencia energética, y la legislación, integradas en el concepto de sostenibilidad. Proponemos algunos de los argumentos expuestos sin atender a su emisor, excepto en la introducción guiada por el moderador en el encuentro.
El moderador comenzó la sesión alabando la cualidades de la madera como materia prima utilizada por el hombre desde el principio de su historia, asegurando tener la sensación general de un retorno a su utilización “en todas sus variables..., estructura, particiones, revestimientos, aislamientos; “y creo -subrayó Lomba-, que es debido a que reúne todas las características para hacer una arquitectura sostenible, y que el gran desarrollo tecnológico actual la hace cada vez más segura y competitiva”, precisó.
Lomba, destacó que a la vista de todos está que la madera ha vuelto a retomar un papel principal en la construcción, como así lo avalan las más recientes casas de madera, que desde la inspiración constructiva tradicional utilizan los nuevos compuestos y las técnicas actuales, y los materiales de acabado y diseño de interiores, y siguen dando respuesta a los cinco sentidos: la madera se deja tocar, sentir, oler... Y responde con satisfacción a cualquier estímulo permitiendo conseguir unos espacios y una arquitectura emocional.
En relación a la eficiencia energética para lograr edificaciones que tiendan a la autosuficiencia, hubo coincidencia en reconocer la dificultad de lograr criterios compartidos para impulsar este reto: Por un lado, la directiva europea 2010/31/UE relativa a la eficiencia energética de los edificios que deja abierta la definición sobre qué es un edificio de consumo de energía nulo (EECN) en su territorio, y que traslada la obligatoriedad para nueva construcción hasta 2020, y por otro, la práctica imposibilidad de acometer reformas para minimizar el consumo en las edificaciones actuales por el coste que supone.
En este sentido se diferenció entre las distintas culturas europeas, donde la identificada como latina o mediterránea, presenta una menor preocupación en estos temas, y sólo reacciona ante una obligatoriedad mediante sanciones, incentivos fiscales, o primas, y ejercer más presión para lograr una eficiencia necesaria, se dijo. Por ejemplo, España sufre una dependencia energética del exterior del 80% respecto de la media europea que se sitúa en el 50%, es decir, 30 puntos por encima de media comunitaria, una situación que lastra el crecimiento económico.
Además, se reveló que un proyecto de edificación sostenible supone entre un 3 y un 7% de incremento respecto a uno convencional, dependiendo del clima, lo que supone un plazo de retorno de 20 años que invalida las buenas intenciones. Por este motivo se reclamó de las administraciones públicas una actuación de apoyo real y efectivo, y como vehículo catalizador de sinergias entre los actores implicados en esta cadena. A pesar de esto se afirmó que la relación calidad-precio no es un problema para la construcción sostenible, “el mayor enemigo es la garantía”.